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Monday, January 18, 2010

La Pasión del Cristo de los Cristales


“Friendly Fire –isn’t”

“let’s put a maggot hole in your belly” – random orc in Fanghorn


A veces quisiera echarme la culpa.
Pero este pendejo no murió por mis pecados.

Según me cuenta el broki todo empezó sencillo.
Yerbitas y pociones, envoltura mágica y el tucupan tra pru pa de la música en el barrio. Cerca de donde vivo hoy. Siempre en la placita, con los panas, primero un juego, después calmando la ansiedad crónica del tener que respirar y mantener el corazón latiendo en ritmo.
Él siempre fue el mas débil del grupo. El que recibía la burla esplayá en la cara y sin vergüenza alguna. El que se quedaba pullú en el “girlfriend season”. Cada pana con una tonta guindándole del brazo.
Esas pomadas jugosas le calmaban el aburrimiento. Perdiéndose en hacer exactamente lo mismo, pero diferente.
Sus ojos como nueces estallaban en mil pedazos solo para que los changos negros vinieran a tragarse las migajas.
Todo se sentía mas saludable,
un poquito mas poderoso y siempre en la lengua el “hoy es la ultima vez”.
Entre el crack y la pyrozodina , el azulfre y la heroína, jangeaba, la marcha de los últimos amigos.
Su cara se hizo una masacre de palabras. Un sortilegio de cuernos, páginas y tiempo adelantado le ensuciaba la cara. La barba le crecía como un bosque de corales, astillas y clavos oxidados. Su ropa un pantano. Su cuerpo una grieta.
Cada tragedia un fruto del paraíso de Dios.
Sus manos llenas de los estigmas de la calle. Cada brazo, cada pierna, llenos de cráteres, recovecos llenos de pus. Cavernas con huesos recubiertos de negro como estalactitas a través de su piel traslucida y llena de llagas. Moscas rondaban sus heridas buscando el agrio néctar de su mala vibra. Ese día lo vi todo desde la ventana. Desde el segundo piso, desde el balcón lo vi. pararse frente al edificio en el mismo centro del la calle, Como piezas de un rompecabezas de lo que alguna vez fue un hombre.. Sus ojos como luciérnagas se querían desbordar de su cara. Todavía me pregunto si vivía al morir.
Cada paseante hacia su mejor esfuerzo para aguantar el respirar. El hedor llegaba hasta mi apartamento. Una mezcla de orines, tripas podridas y plástico quemado que inundo mi pequeño apartamento en un abrir y cerrar de ojos estaba tambaleándose. Un hombre escupía maldiciones en su dirección.
Y paso el primer auto, lo golpeo de frente y se detuvo justo sobre el, esperando a que la luz cambiara. Luz verde y la ristra de autos marcha sobre su cuerpo y se despeja. Veo su cuerpo tirado sobre la calle, extendido en forma de T como un avión en llamas.
Todavía respiraba y sus gritos resonaban en la avenida con la furia de un trueno apuñalado. Todo su costado hecho pedazos. Los peatones cruzan sobre el, apenas se dan cuenta. Continúan los autos hasta que su figura es casi imperceptible. La mancha de sangre se extiende a través de la calle en forma de cruz.
Cruz de Cocaína,
Cristo del Crack,
hombre con destino y destinatario.
Su cuerpo ya no es mas que una mancha y los perros que rondan la calle en busca de basura escudriñan pálidos lo que queda de su cuerpo y que no pudieron comer mientras aun este vivía. Pobres perros.
La mancha quedo en el centro mismo de la calle y aun hoy sigue allí, mancha de hueso y cal, cocaína y azucares alucinógenos, sangre y vomito, acido y amonia que me recuerdan lo mucho que no quiero ser santo, y mucho menos Dios.

Hoy veo a un niño lamiendo la mancha.

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